Esta compra ha sido compensada por Collective Bias, Inc. y su anunciante. Sin embargo, todas las opiniones expresadas son sólo mías.
#CambioConfiable #CollectiveBias
Yo no aprendí a manejar como lo hacen muchos, siendo adolescentes y de la mano de papá. La verdad es que aprendí a manejar más por necesidad que por gusto cuando aún vivía en México y tenía que desplazarme de un lado a otro para ir al trabajo, llevar a mi hija a la guardería y hacer mil cosas más. Me costó mucho trabajo, dos o tres choques, dolores de cabeza y miles de horas de frustración, pero aprendí y aprendí bien. Y entonces tuvimos la idea de venirnos a este país, ese carro que manejaba no pudo acompañarnos y el saber manejar me servía sólo como recordatorio, porque aquí, no podíamos pagar dos autos, y durante casi 4 años estuvimos dependiendo del vehículo que manejaba mi esposo.
No era tan malo, la verdad. De alguna manera aprendimos a andar en el transporte público para ir a la biblioteca, al centro comercial, al cine y hasta el parque. Pero no podíamos ir al supermercado si nos hacía falta algo, las citas al doctor nos quitaban tiempo a los dos porque mi esposo tenía que salirse del trabajo y no podíamos ir a cierto lugar sino hasta que llegara él y pudiera llevarnos. Y entonces se llegó el tiempo de que nació mi segunda hija, y después se llegó también la hora de que la más grande entrara a la escuela. Y todo cambió.
Por supuesto que seguíamos usando el transporte público, pero también caminábamos a lugares donde podíamos hacerlo, incluso para ir por mi hija a la escuela. Caminábamos unos 20 a 30 minutos desde la escuela hasta la casa, cruzando calles, esperando semáforos. Pero no siempre era tan bonito, cuando hacía demasiado frío, demasiado calor o cuando llovía, ya no resultaba tan práctico el caminar o andar en autobús. Cuando teníamos que cargar con carreola o bolsas llenas de libros ya no podíamos con todo. Pero aún no podíamos costear un nuevo automóvil y además, yo no tenía licencia.
Casi a 4 años después de llegar a Estados Unidos, se dió la oportunidad de comprar un auto para mí y cuando fuimos a la agencia ¡me sentía como niña en juguetería!. La verdad no quería nada exagerado, ni caro, ni ostentoso. Yo sólo tenía dos requerimientos: que fuera un auto compacto y de transmisión manual. No fué fácil conseguirlo porque no muchas personas piden un auto estándar, pero cuando por fin pudimos ir a recogerlo nos llenamos de alegría. Tener un auto para mí cambió completamente nuestra rutina y la hizo más fácil.
Amo mi carro, mi carro chiquito. Probablemente no sea al más lujoso, el más de moda, el de más tecnología o el más grande. Pero es mío y cumple con la función que le hemos establecido. Podría decir que junto con mi bolsa de mano, mi auto es mi mejor amigo.
El carro recién lavado, con ayuda de mi hija. Un auto limpio siempre luce lindo. |
¿Hasta dónde nos lleva mi auto?
1. Nos ha llevado al supermercado y a la biblioteca. Cargando con todo lo que necesitamos, no más preocupación de cuántas cosas del supermercado podemos llevar, o cuantos libros podemos pedir prestados.
2. A recoger a las niñas a la escuela y llevarlas al parque. Aunque ellas han utilizado la opción del autobús, con el cambio de escuela y en casos necesarios, tener el auto a la mano es de gran ayuda.
4. Nos ha llevado de vacaciones, a conocer lugares y a explorar. Como decimos por ahí, nos trae de pata de perro, de un lugar para otro y sin darnos mayores problemas.
5. ¡Le ha tocado viajar internacionalmente! Sí, ha ido a México dos veces. Es el auto que llevamos para yo poder moverme tranquilamente allá, sin preocuparme por el transporte público o rentar un auto que además, sale carísimo.
Con la cajuela llena listos para dejar México después de las vacaciones de verano. |
Y así como quiero a mi carro, hago lo posible por cuidarlo. Llenamos el tanque de gasolina como debe ser, no le faltan sus servicios cada vez que lo necesita, se lava y aspira para evitar la acumulación de mugre y tierra, y se le cambia el aceite cada que lo requiere. Algunas cosas las hago yo, otras las hace mi esposo y el cambio de aceite por ejemplo, se lo hicieron en Wal-Mart, no hay como ir de compras a la tienda y saber que mientras tú haces tu mandado, ellos se encargan de tu auto en su propio Auto Care Center. En esta ocasión mis hijas no fueron conmigo, es bueno porque así pude mirar agusto y ellas no tuvieron oportunidad de aburrirse, porque estaban en la escuela.
Hay varias opciones de aceite, dependiendo de la necesidad de tu automóvil, Si no estás seguro cuál te toca, en el Auto Care Center te lo dicen, el Full Synthetic Motor Oil de Quaker State, es el que le pusimos a mi carro.
Mi carro no es perfecto, ya tiene varios kilómetros (o millas) encima, los asientos no son los más cómodos (sobre todo si se comparan con el auto de mi esposo), pero nunca me ha decepcionado, ni siquiera en nuestro regreso de México cuando gracias a un bache por poco y perdemos dos llantas. Mi carro me ha ayudado a sentirme libre de poder ir de un lado para otro, de no sentirme atada a la casa o de no poder llevar a mis hijas a donde queremos o necesitamos, de no tener que batallar con el transporte público cuando no es tan conveniente como en otras ciudades. Mi carro me ha dejado ser yo, y por eso lo cuido.
He probado los dos lados de la moneda, y aunque nunca he tenido tan malas experiencias al no tener automóvil, nada se compara con tener uno a tu disposición para utilizarlo cada vez que sea necesario. Tener un auto al alcance de tu mano, definitivamente te da esa una sensación de libertad de poder hacer todo aquello que quieres y de lo cual te limitas cuando no lo tienes.
¿crees que tener un auto para tí te da la libertad de hacer lo que necesitas?
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