Una Mexicana en USA

A 9 años de vivir en Estados Unidos

Tal vez no te lo he dicho antes, pero jamás en mi vida me imaginé viviendo en Estados Unidos. Pero un buen día eso cambió, y un Febrero del 2008 dejamos México para vivir una nueva aventura en este país que desde entonces llamamos nuestro segundo hogar.

Quisiera decir tantas cosas y contar cada anécdota. Sobre todo porque a pesar de que soy una de los millones de personas que dejan su país de origen para buscar su propia versión del “sueño Americano”, la mayoría de las historias allá afuera no se parecen a la mía. Casi siempre veo personas que pasaron las de caín para poder llegar a este país. Sin saber el idioma, sin conocer a nadie y muchas veces sin la documentación necesaria. Personas que han sufrido mucho, de todo. Pero aún así, no me puedo relacionar con las historias. Y cuando trato de contar la mía, no hay quien la vea siempre como “tú la tuviste fácil”.
 
 
Pero hace unos meses una amiga me agregó a un grupo de Facebook, y entonces, después de casi 9 años pude verme reflejada en las historias de otras mujeres que como yo, habían dejado México para irse a vivir al extranjero.  Las razones de cada una de nosotras han sido distintas. Algunas salieron buscando aventuras, nuevos lugares, nuevos trabajos o simplemente nuevos espacios. Otras mujeres como yo, decidimos acompañar a nuestras respectivas parejas que gracias a la empresa en la que trabajaban, pudieron encontrar una nueva oportunidad en otro país.
 
 
Y así sin más, un buen día renunciamos a lo conocido, a lo de siempre, a la familia, al idioma, a los amigos, a nuestra casa, a nuestra rutina, a nuestro todo. Es cierto, de alguna manera para nosotros ha sido “fácil” porque la empresa que nos trajo a este país lo hizo con “todas las de la ley”. Por esa razón, estamos muy agradecidos y sabemos que tenemos muchas ventajas, pero eso no nos quita todos los compromisos.
 
Al vivir en otro país te enfrentas a muchas cosas. Si has trabajado en tu país de origen, llegar a ser solamente ama de casa puede ser difícil. Estamos acostumbrados a una rutina, a un ritmo de vida, a movernos, a manejar, a convivir con otros. Todos los días, todo el día. Y llegar a un departamento en donde lo más que puedes hacer es limpiar, cocinar y jugar con tus hijos (si los tiene), un día tras otro, todos los días, sin más interacción que tus hijos, puede ser rutinario. Aburridamente rutinario.
 
Y antes de que me digan que soy una malagradecida (porque hay personas que lo dicen), dejenme decirles que no, por el contrario, cada día doy gracias por todo. Por esta oportunidad de estar en casa con mis hijas. Pero eso no quita que me llegue a sentir (como muchas otras mujeres) sola, aburrida, desanimada y como que tu vida no avanza.
 
Si quieres buscar trabajo puede ser difícil. La verdad que cuando lo hice durante algunos meses, ese sentimiento de “no ser nadie” era muy triste. Y me refiero al sentido de que no conoces a nadie, no tienes experiencia y el idioma a pesar de medio dominarlo, es completamente diferente. Pensé inocentemente que las cosas serían sencillas, pero no lo fueron. Y si a eso le agregamos que no quieres tomar otro trabajo más sencillo porque te sientes que “para que estudie tanto”, no te ayudas tú mismo en nada.
 
El único trabajo que he tenido aquí, fué en una tienda de artículos para la mejora del hogar. Era un trabajo sumamente fácil, de cajera. Donde pulí un poco mi inglés, donde podía pedir días de vacaciones y donde me dieron una oportunidad. Al final dejé el trabajo porque nació mi segunda hija y poco después, la misma empresa que nos trajo a Estados Unidos, nos llevaría a otro estado: Texas.
 
Creo que mudarnos a Texas fue un cambio radical. En todos los sentidos. Y ahí duramos poco menos de dos años, hasta el momento en que mi esposo perdió el trabajo. Y entonces nos vimos los dos sin trabajo, y con el miedo de perderlo todo. 
 
Pero nada, que mi esposo consiguió un trabajo relativamente rápido, y desde hace casi 4 años el Estado de Illinois se ha convertido en nuestro tercer domicilio desde que llegamos a Estados Unidos. El cambio fué drástico otra vez. Pasamos de los veranos de 9 meses en Texas a los inviernos de 6 en Illinois. Pero aquí seguimos. De repente aburridos de esta vida tan monótona. Pero en general felices de que nuestras hijas están creciendo en un lugar tranquilo.
 
Tres estados diferentes. Tres ciudades diferentes. Tres hogares diferentes y 9 años en este país.

La cosa no ha sido fácil, y nos hemos enfrentado a muchas cosas: soledad, aislamiento, tristeza temporal, cambios de rutinas y hasta carencias. Tenemos a la familia lejos. Tenemos a nuestro México lejos. Pero somos afortunados de poder visitarlos. De podernos mover. De que nuestras hijas y nosotros mismos podamos disfrutar de nuestras vacaciones y la convivencia con la familia y los amigos. Quizás hemos tenido una vida relativamente relajada en este país. Pero fuera de la documentación que nos permite estar aquí, sufrimos y gozamos igual que cualquier otro Mexicano fuera de su terruño.

También pagamos impuestos. También nos preocupamos por pagar las cuentas cada mes. También nos impactan los altos costos de los seguros, de la vivienda, de los impuestos, de la comida, del estilo de vida. También extrañamos a nuestra familia que se quedó en México. También extrañamos la comida de México. También nos preocupamos por lo que ocurre en ambos países… porque como muchos otros, de repente nos sentimos que somos “ni de aquí, ni de allá”.

Ese grupo de Facebook en que mi amiga me agregó me hizo darme cuenta que no debo sentirme culpable de la manera en que vine a este país. De que no he tenido malas experiencias. De que tenemos trabajo. De que podemos viajar. De que podemos visitar a la familia. Padecemos de lo mismo. Nos preocupamos de lo mismo. 

Yo sé aunque venir a Estados Unidos no era mi plan, ni mi meta, ni mi sueño y tampoco mi necesidad, sí representó una buena decisión que nos ha hecho valorar muchas cosas. Pero sobre todo, nos ha hecho darnos cuenta que a veces las metas no las pone uno, pero si llegan solas para quedarse.

Hoy estamos aquí. Con los pies en Estados Unidos pero el corazón en México. Y si el día de mañana nos toca regresar, pues lo hacemos. Porque nada es fijo, ni tampoco para siempre. Y los cambios, siempre son buenos.

Vivir en Estados Unidos no es una historia color de rosa, ni tampoco miel sobre ojuelas. Cada quién habla como le va en la feria. Pero a pesar de todo, podemos decir que vivir aquí nos ha permitido criar a nuestras de una manera más global. Nosotros, como muchas otras familias, tenemos la ventaja de disfrutar lo mejor de ambos mundos: 2 idiomas, 2 culturas, 2 sabores, 2 aromas, 2 de todo. Y este blog, es prueba de ello.

9 años se han ido demasiado rápido. 9 años parecen nada, y sin embargo, nos han dado de todo. Mis hijas han crecido, nosotros hemos cambiado. Pero en esencia, seguimos siendo los mismos. 9 años nos han enseñado tantas cosas. No cabe duda que el tiempo no es sino un instante.

A 9 años de vivir en Estados Unidos me doy cuenta de:
 

Aprendes de todo, y de todos. Te acercas a quienes no imaginabas y te alejas de quienes no pensabas. Y te das cuenta que después de todo, lo más importante siempre, es la familia. 

A 9 años de vivir en Estados Unidos, este es un pedacito de mi historia.

¡Ayúdanos a compartir!
Exit mobile version