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Hoy Ximena cumple 11 años


Hoy mi hija está celebrando su cumpleaños número 11. Es increíble lo rápido que pasa el tiempo y lo mucho que ha cambiado en este último año. Quisiera que el tiempo se detuviera, que no avanzara tan rápido y me permitiera seguir disfrutando de ella en esta etapa. Que siga siendo mi niña bonita, mi amor chiquito, mi repollito. Pero el tiempo no se detiene, los hijos crecen y al final lo único que nos quedan son los recuerdos. Y junto con esos recuerdos, nos quedan las enseñanzas propias y las que ellos adquieren con los años. A los 11 años Ximena me enseña que crecer nos debería emocionar, y no asustar. Pero claro que ella lo ve con su rol de hija y yo, con el de madre.



Y es que no hay nada que nos estremezca más, que saber que nuestros hijos empiezan a crecer, a cambiar, a buscar otros gustos y otras pasiones. A tomar decisiones por sí mismos, a aventurarse en nuevos planes, nuevas metas. A veces los hijos nos enseñan tanto. Ellos quieren crecer, y nosotros tenemos miedo y nostalgia de que lo hagan. Pero así es la vida, hay cosas que podemos controlar, pero el crecimiento de nuestros hijos y el paso del tiempo no es una de ellas.

Hoy que cumple 11 años, sólo quiero disfrutar de su presencia, de sus enseñanzas, de su paciencia, su fortaleza, su entereza y su determinación. Ella está creciendo, está cambiando y está emocionada con el proceso. Y en el fondo, sigue siendo la misma niña dulce, noble, inocente y tierna que ha sido toda la vida.

Hay muchas cosas que me gustan de ella, unas pocas que ha heredado de mí y otras tantas que la hacen única. Mi deseo en el día de hoy, es que nunca olvide algunas cosas:

Papá y mamá siempre estarán ahí para guiarla, para secar sus lágrimas, sanar sus heridas, gritar su nombre en los juegos, calmar sus ansias, incentivar su creatividad y apoyar sus sueños. Sé que no somos eternos, pero mientras tengamos vida, estaremos al pie del cañón.


Su hermana siempre la verá como un ejemplo. Aunque de repente la haga enojar, se molesten, se enfaden o se dejen de hablar, ella siempre mirará en Ximena su modelo a seguir, su hermana mayor, su ejemplo. No por algo siempre la ve como inspiración y eso, es todo un honor.


No hay edad en la que uno debe dejar de jugar. Los juegos nos mantienen alegres, nos alejan del estrés y la vida de “grandes” o de adultos. Es bueno jugar, hacer travesuras, divertirse.

El ejercicio es bueno para el cuerpo y para el alma. Que lo practique siempre, lo que le guste, pero que no deje de moverse. El ocio y el sedentarismo no traen nada bueno.


Siempre es necesario el contacto con la naturaleza. Que no le de miedo pisar la tierra, mojarse las manos, jugar con las plantas, respirar el aire fresco. Esas cosas no cuestan nada y sin embargo nos llenan el corazón de una alegría que no se puede explicar, pero se puede sentir.


Siempre sé tú misma. Si hay algo que admiro profundamente en mi hija, es que ella es simplemente ella misma. Sin miedo al qué dirán, sin ganas de agradar a nadie más, sin necesidad de complacer a otros. Ella es ella misma, porque al final, no tiene que ser nadie más.

Nunca te des por vencida. Siempre sigue adelante, no te rindas, no tengas miedo, sigue intentando.

Tantas cosas que me ha enseñado, y tantas cosas que me ha tocado enseñarle. Aún le falta mucho por vivir y más por aprender, pero va por buen camino. Sus mejores amigos los libros, su mejor cualidad la capacidad de aprender, y su mayor virtud su inocencia. No es perfecta, ¡Pero qué hijo lo es! , aunque a mis ojos, es simplemente única. Y por si fuera poco, el día de hoy comparte su día de cumpleaños con su papá, y esa no es mera casualidad en esta vida. Los une la sangre, el amor y el día de cumpleaños.

Felicidades a mi amor chiquito, que Dios te bendiga y que a mi me permita verte crecer por muchos años más.

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