Cada nueva etapa que vivo con mis hijas, no puedo sino pensar y platicar lo que fué conmigo durante mi niñez. Si se sienten raras con los cambios, si se les dificulta hacer amigos, si les va bien o mal en alguna materia. Todo, tiene un punto de referencia y comparación con la manera en que yo lo ví o viví siendo niña. Por supuesto que no trato de que ellas sean iguales que yo, o que vivan su vida de la misma manera. El platicarles a ellas simplemente es para hacerles saber que en algún momento, yo también estuve en su lugar. Así fué cuando mi hija me platicó que venía un viaje organizado por la Escuela al cual quería ir, y que sería fuera del Estado, al Space Camp ubicado en Alabama. Automáticamente mi respuesta fué: “me voy contigo”, pero cuando unas semanas después ella expresó que se quería ir sola, yo sólo pensé “pero sólo tiene 10 años”.
Al llevarla a la escuela para tomar el autobús, me daba cuenta lo diferente que somos los padres, no sé si sea cuestión cultural o simplemente que los otros niños ya estaban más acostumbrados a estas despedidas, pero yo no me moví de ahí sino hasta que el camión partió con rumbo a Alabama, en cambio los otros padres, dejaban a su hijo/a y se iban. Nada de abrazos largos, grandes recomendaciones o besos en la cabeza. ¡Qué diferentes somos los padres Latinos! Y viviendo en Estados Unidos se notan aún más esas diferencias.
El primer día en la noche después de lo largo del viaje me envió un mensaje donde me decía que me extrañaba. ¡lo que más quiere escuchar o leer una mamá! pero por supuesto que no podía dejarme llevar por mis emociones y le dije que yo también la extrañaba, pero que me daba gusto que estuviera disfrutando del viaje. Ponerle caras tristes o “emoticons” quizás la hubiera hecho sentir más triste. Así que nos limitamos a hablar de lo que hacía, de lo que pasaría los siguientes días y de lo mucho que se estaba divirtiendo. En algún momento hasta le comenté que este viaje le iba a servir como experiencia y quizás ahora si estaría lista para un campamento de verano, pero su respuesta esta vez me sorprendió. No era algo que le agradaría hacer.
Los siguientes dos días a pesar de que estuvo en contacto por medio de mensajes, ya no fueron tan constantes como el primer día, lo cual significaba que si bien nos extrañaba, si estaba poniendo de su parte para hacer de esta experiencia la más agradable.
Anoche por fín regresó, nada de lágrimas que me imaginaba caerían de sus ojitos al vernos otra vez, aunque sí una gran sonrisa de estar en casa y una alegría de haber podido vivir este viaje al lado de sus compañeros y maestros. ¡Cuantas cosas aprendió!
La foto del recuerdo con su grupo y la nave esacial, además de su certificado de que completó el curriculum. |
Lo que me trajo de viaje, un imán para el refrigerador 🙂 |
Yo no sé si a su edad hubiera podido ir a un viaje sola. En casa nunca fuimos de viajar ni salir fuera sino al río o al cerro. No teníamos los medios y nuestros paseos se limitaban a lo que estaba al alcance de nosotros y cerca de la naturaleza. Nada de museos, de ciudades lejanas, de campamentos. Eso no existía, ni lo conocía ni tenía acceso a ello.
¿Estaba lista? no lo sabemos, pero al menos ella se dió cuenta de lo que significa viajar y hacer las cosas por sí sola y lo que es convivir con otros más allá de lo que implica la escuela. Estamos orgullosos de ella por que dejó de un lado sus miedos y se atrevió a viajar, a conocer, a ser ella misma.